miércoles, 4 de agosto de 2010

Prefiero a Eduardo Estrella


Por: Manuel Montas

Recientemente unas amistades me preguntaron sobre las razones que me animan a respaldar con entusiasmo el ascenso del ingeniero Eduardo Estrella a la Presidencia de la República. El tema fue objeto de una interesante reflexión que me gustaría compartir con todos ustedes.

Comenzaré por decir que como me considero una persona honesta, de ideas claras y manos firmes frente a los problemas de mis conciudadanos exijo lo mismo de cualquiera que aspire a dirigirnos. En su dilatada carrera como profesional, Senador y Secretario de Obras Públicas el ingeniero Eduardo Estrella no cuenta con una sola denuncia de corrupción o malversación de fondos de esas que desafortunadamente abundan en tanto funcionario en nuestro país.

No creo en la política como escenario de confrontación entre una ciudadanía santa y una clase gobernante irremediablemente corrompida más allá de toda redención. No creo en presidentes completamente diabólicos ni en los votantes inocentes e inmaculados que a menudo los prefieren; menos aún creo en los líderes mesiánicos que prometen soluciones inmediatas a problemas centenarios y se promueven como la única salvación de mi país.

Creo en la política como espacio de conciliación e integración de lo diverso, como escenario de convivencia e instrumento valioso en la búsqueda de la prosperidad material de los pueblos. Conocer la trayectoria de personas como Eduardo alienta mi fe en este sentido justamente en tiempos en los que parece que nada ni nadie sirve, que todo seguirá siempre de mal en peor.

Mi esperanza no resultó vacía cuando acompañe al ingeniero Estrella a fundar el Partido Dominicanos por el Cambio como alternativa política independiente frente a la clara degradación económico-moral de los partidos tradicionalmente mayoritarios. A poco más de cuatro meses de lograr nuestro reconocimiento, logramos la cuarta mejor votación conjunta como partido en los veinte y dos municipios en los que presentamos nuestra oferta electoral.

Respaldo a mi amigo porque tengo la madurez suficiente como para comprender que haber sido funcionario público al servicio del Estado Dominicano, que en definitiva lo es de todos nosotros, no es un delito ni le convierte automáticamente en cómplice de nadie ni de nada ajeno a su responsabilidad. Porque estoy convencido de la capacidad tanto suya como de quienes colaboran con él para encabezar un Gobierno eficiente, ético y bien dispuesto para continuar todo cuanto de bueno y encomiable hayan iniciado o establecido sus predecesores, superando sus debilidades, errores y excesos en perjuicio de la ciudadanía más pobre en nuestro país.

Definitivamente, prefiero a Eduardo Estrella porque es el político que mejor encarna los ideales de equidad, transparencia, moralidad, nacionalismo, ética y justicia que deseo algún día reinen en la gestión pública dominicana.

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